¡Llego tarde!, ¡llego tarde! no para de decir el Conejo Blanco mientras corre acompañado del implacable Cronos, el dios griego del tiempo y de los ciclos. Dios que representa el tiempo que podemos medir, el lineal, el que pasa de forma inexorable. Los segundos, minutos y horas que marcan nuestra agenda diaria. En nosotros, la hegemonía de Cronos está siempre presente, ya que vivimos en una sociedad donde cada minuto parece estar cronometrado en nuestras tareas laborales, compromisos familiares y actividades de ocio. La vida, solo bajo la percepción del Cronos puede convertirse en una carrera interminable, donde todo está dirigido por el afán de aprovechar cada segundo, donde cada momento parece estar condicionado por obligaciones y expectativas externas.

“¿Cuánto tiempo es para siempre? A veces, solo un segundo.” Vuelve a decir el Conejo Blanco al encontrarse con Alicia, esta vez acompañado de la esencia del Kairós, el dios griego que mide el tiempo cualitativo, el disfrute del momento presente. El que nos susurra al oído que no es la duración del tiempo lo que importa, sino el valor del instante.

En nuestra vida cotidiana, nos enfrentamos constantemente al Cronos. Vivimos como relojes, agendas y plazos que dictan cómo debemos usar nuestro tiempo. Sin embargo, tenemos la oportunidad de encontrar momentos de Kairós. Encontrar significado en lo que hacemos, estar atentos a los momentos en los que podemos experimentar la vida con mayor profundidad. Estos momentos surgen en una conversación sincera, en una pausa para contemplar un paisaje, en una sonrisa, en una caricia o en cualquier actividad que nos enseñe a desconectar del reloj.

Buscar el equilibrio entre ambos tipos de tiempo enriquece nuestra vida. Necesitamos a los dos en su equilibrio.

“Si conocieras el tiempo tan bien como yo, no hablarías de matarlo. El tiempo es una persona, no algo.” Dijo el Sombrerero Loco…

Valle Álvarez Manzano.

Logopeda. Terapeuta sistémica. Cuentoterapeuta.